La hermana María Raymunda Alam, fundadora del movimiento À toi Marie (A ti María) y exresponsable de la recepción de los peregrinos de habla francesa en Medjugorje, lleva casi 20 años difundiendo la devoción mariana en las parroquias y familias del Líbano. Actualmente está organizando la construcción de una ciudadela mariana en la diócesis de Jounieh, a pocos kilómetros de Beirut, y quiere transformar este lugar en un signo de reconstrucción, unidad y paz para el futuro del país.
Conmovida por el sacrificio de los rescatistas, muchos de los cuales perdieron la vida en el desastre de la explosión del 4 de agosto de 2020 en Beirut y que ahora son considerados “almas santas”, la religiosa explica que la resiliencia y curación de los libaneses tienen su origen en su fe y devoción mariana. “Para nosotros, los libaneses, el Señor es nuestra fuerza, nuestro apoyo, nuestro pastor, nuestra seguridad. Lo hemos visto a lo largo de los años de guerra. ¡Cuántas veces hemos escapado de morir y por milagro nos hemos salvado! Los libaneses realmente cuentan con el Señor, confían en la Santísima Virgen”, insiste, subrayando que, a pesar de toda la corrupción, toda la violencia, una gran parte de la población permanece abierta a la gracia de Dios con la mediación de María.
Una unidad del pueblo libanés en torno a María, que a veces encuentra, más allá de las fronteras confesionales, ejemplos sorprendentes, como la de esta anécdota contada por la Hna. María Raymunda: “Yahia es un amigo musulmán y libanés. Un día me llama por la mañana temprano y me dice: «Alza los ojos al cielo y da gracias a Dios». Entonces le dije: «Pero, Yahia, ¿por qué me llamas tan temprano en la mañana?». Me dijo: «Le pedí un deseo a Nuestra Señora y rápidamente se hizo realidad. Le prometí que te regalaría un coche para que pudieras ir a Misa todos los días». Y el coche era un Fiat, como el fiat de María, ¡y con una llave azul! ¡Amén! ¡Gracias, Señor, gloria a Dios!”, exclama la hermana con gratitud.
Prueba del humor de Dios, esta historia demuestra hasta qué punto la tierra de los cedros, más allá de sus dramas y crisis, sigue siendo una tierra en la que el soplo de Dios ha echado raíces en el corazón de los creyentes: ver en María a una Madre común hace posible que nos reconozcamos unos a otros como hermanos y hermanas, unidos por un destino común.
Adaptado de: Vatican News