Dylan Asmus, un joven australiano, siempre lleva un rosario en el bolsillo. “Nunca se sabe cuándo se puede necesitar”, dice. Dylan, de 24 años, está discerniendo su vocación al sacerdocio. Él atribuye su llamado a un Rosario rezado en común en su iglesia original, Nuestra Señora del Camino, en Landsborough, al norte de Brisbane en Australia.
Hasta agosto de 2019, ya no iba a misa y luego, un buen día, comenzó a practicar su fe nuevamente. Como la mayoría de los católicos que regresan a la Iglesia después de años de distanciamiento, fue presa de un gran fervor espiritual. Habiendo salido de vacaciones el sacristán, los feligreses le pidieron que lo reemplazara. Dylan se quedaba siempre en adoración, pero sin unirse al grupo de oración. El día en que comenzó su trabajo como sacristán, se acercó al grupo para no parecer grosero. “Me puse en el extremo de la mesa, pero me ordenaron sentarme en el mejor lugar”, dice riéndose. Resultó que ese día rezaban por las vocaciones.
Dylan recuerda que habían puesto, en la página del calendario del Seminario del Espíritu Santo, los retratos de los seminaristas para incluirlos en sus intenciones de oración. Rezamos el Rosario juntos y al final, pensé: “Ok, yo puedo ser sacerdote, quiero ser sacerdote". Cuando abrió los ojos, su mirada cayó sobre un último espacio vacío en el calendario, sin nombre ni retrato... ¿estaba reservado para él?
Cuando Dylan dijo "sí" a Dios, por primera vez sintió una paz inmensa. Admite que el apoyo de la comunidad parroquial de Landsborough fue "enorme". No se sintió presionado, pero tan pronto como compartió su decisión, todos lo apoyaron emocional y espiritualmente. “Saber que toda una parroquia nos apoya y ora por nosotros hace toda la diferencia”, dijo.
Adaptado de un artículo de Joe Higgins en Catholic Leader