En Kansas City, Estados Unidos, Erin no esperaba recibir esta invitación de un vecino: “Vamos a ver el Super Bowl y a rezar el Rosario antes, ¿quieres venir?”. "Pensé que estaban bromeando", dijo ella, pero sus vecinos, Jennie y Kevin, hablaban en serio. Hace unos dos años se les ocurrió pedirle a Erin, a su esposo Tom y a sus hijos que rezaran el Rosario con ellos en su casa. Erin y su familia, recién instalados en el vecindario, quedaron gratamente sorprendidos por la invitación.
Desde entonces, Jennie y Kevin han seguido invitando a otros vecinos a rezar el Rosario el domingo por la noche y, a menudo, a quedarse para tomar una copa y conversar. "¡Una noche del verano pasado éramos 39 en la sala de estar! A medida que participan más familias, otras parejas del vecindario han comenzado a formar su propio grupo del Rosario. Dos factores contribuyeron a este éxito: intenciones y apertura a los demás”.
"Proponerles a las personas que digan sus intenciones de oración es muy importante porque nos permite conocer las heridas y alegrías de cada uno y rezar juntos", dice Jennie. Explica que, por ejemplo, cuando un vecino se somete a una operación, el grupo se encarga de llamar a la familia para preguntarles cómo están, llevarles de comer y ofrecerse para cuidar a los niños.
"La gente viene por la Virgen María —agrega—. Vienen por amistad, por comunión también. No buscan asistir solo a una velada social”.
“Antes, el Rosario me parecía largo y tedioso, demasiado repetitivo. Mi experiencia ha cambiado al 100% desde que empecé a orar con mis vecinos. Se ha convertido en un momento que esperamos con impaciencia”, dijo Kevin.
Adaptado de un artículo de Moira Cullings publicado el 6 de febrero de 2020 en Catholic News Service.
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