Fortuna, una joven italiana, hija del comandante Agrelli, había sufrido convulsiones, vómitos y otras enfermedades físicas durante trece meses.
El 16 de febrero de 1884, comenzó las novenas del Rosario y la Virgen se le apareció el 3 de marzo, bajo la advocación de Nuestra Señora de Pompeya, sentada en un trono, el Niño Jesús en su regazo y un rosario en la mano. La acompañaban santa Catalina de Siena y santo Domingo.
La Virgen le explicó: "Hija mía, me has invocado y pedido gracias bajo varios títulos. Pero ahora que me has llamado bajo este título de Reina del Rosario que me gusta particularmente, ya no puedo negarte el favor que me pides, porque este nombre es más querido para mí que todos los demás. Haz tres novenas más y tendrás todo”.
Un mes después, durante una segunda aparición, Fortuna escuchó estas palabras: "Quien quiera pedirme gracias, que haga tres novenas del rezo del rosario y otras tres novenas en reconocimiento de la gracia recibida”.
El 8 de mayo siguiente, Fortuna declaró estar curada. Esto impresionó al papa León XIII, quien oficialmente alentó esta devoción.
El padre Pío siempre hacía esta novena, que recomendaba a todos aquellos que querían obtener gracias. "Este es mi testamento y mi herencia: ama y haz amar a la Santísima Virgen, reza y haz rezar el Rosario”.
Patrizia Cattaneo, periodista y escritora.