La Virgen María, Madre de Dios, bajo la advocación de su Asunción al Cielo, fue elegida como la principal patrona de toda Francia (...)
Es cierto, según un viejo adagio, que el reino de Francia se llamaba Reino de María, y en efecto así es porque, desde los primeros siglos de la Iglesia hasta nuestro tiempo, Ireneo y Eucher de Lyon, Hilario de Poitiers, Anselmo —que de Francia pasa a Inglaterra como arzobispo—, Bernardo de Claraval, Francisco de Sales y muchos otros santos doctores celebraron a María y ayudaron a promover y extender, desde Francia, la veneración a la Virgen Madre de Dios.
En París, en la famosa Universidad de La Sorbona, está históricamente comprobado que desde el siglo XIII la Virgen fue proclamada como concebida sin pecado.
Incluso los monumentos sagrados atestiguan vívidamente la antigua devoción del pueblo a la Virgen: treinta y cuatro iglesias catedrales llevan el título de la Virgen Madre de Dios, entre las cuales nos gusta recordar como las más famosas, las de Reims, París, Amiens, Chartres, Coutances y Rouen.
La inmensa afluencia de fieles que acuden cada año, incluso en nuestro tiempo, a los santuarios de María, muestra claramente lo que la piedad puede hacer en el pueblo cuando se trata de la Madre de Dios. Varias veces al año la basílica de Lourdes, a pesar de ser muy grande, se queda chica para albergar a la innumerable multitud de peregrinos.
Papa Pío XI. Extracto de una carta del 2 marzo de 1922.