La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ya era apreciada en el siglo XII por san Antonio de Padua, san Buenaventura, santa Clara de Asís o, en el siglo XVII, por Bérulle y san Juan Eudes, quien también subraya cuán unido está el Corazón de María al Corazón de Jesús. A mediados del siglo XVII ya existían imágenes de Cristo mostrando su Corazón y su pecho abierto. De 1673 a 1675, las apariciones de Cristo a Margarita María Alacoque llamaron la atención sobre el Corazón traspasado de Cristo y su amor.
Si san Juan Eudes (1601-1680) desarrolló intensamente el misterio de los Corazones Unidos, fue sin duda san Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) quien lo cantó con la mayor concisión.
Hoy, la solemnidad del Sagrado Corazón (viernes) es seguida inmediatamente por la memoria litúrgica del Inmaculado Corazón de María (sábado).
Se notará que en el reverso de la Medalla Milagrosa (aparición de la calle del Bac en París, Francia, en 1830), hay dos Corazones: el de Jesús coronado de espinas y el de María traspasado según la profecía de Simeón (Lc 2, 35).
El Inmaculado Corazón de María también está al centro de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima (Portugal, siglo XX) y ha ocupado un lugar cada vez mayor en las sucesivas revelaciones de sor Lucía, que culminaron con la pequeña frase: "Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”.
La beata Jacinta de Fátima dijo, uniendo los dos Corazones: "¡Si yo pudiera llevar al corazón de todos el fuego que tengo en mi pecho y que me quema y me hace amar tanto al Corazón de Jesús y al Corazón de María!".
Síntesis de Françoise Breynaert