La Virgen María, templo de la Santa Trinidad, brilla con la luz de Dios. Hija del Padre, fuente de vida, María no es una diosa sino una criatura amada y salvada por Dios. Madre del Verbo hecho carne, imagen del Padre. María pone de manifiesto ante el mundo la riqueza infinita del conocimiento de Dios revelado por Jesús.
La Virgen María es esa página en blanco en la que Dios escribió la historia de la salvación. La página en blanco habla sobre la disponibilidad de María y la ausencia de pecado en ella. A través de María, Dios se ha hecho visible para nosotros. La vida de Dios se manifiesta en Jesús. Quien ve a Jesús ve al Padre, como un relato que narra la historia como si estuviera desarrollándose ante nuestros ojos. A través del Espíritu Santo, la Palabra de Dios hace visible el rostro de Cristo a la luz de la fe: “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”.
Lejos de ser una madre posesiva, María siempre nos conduce a Jesús tal como lo hizo en las bodas de Cana: "Hagan como Él les diga" (cf. Jn 2, 5). Esposa del Espíritu Santo, don de Dios que hace crecer la Iglesia, María contribuye a través de su intercesión al crecimiento de la fe y del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
La divina maternidad de María no termina en Navidad, sigue hasta el Calvario, donde Jesús la entrega como madre espiritual a Juan, el discípulo amado que representa a la Iglesia, y en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles reunidos en oración en el Cenáculo y sobre una multitud de creyentes reunidos en Jerusalén.
Glorificada en su cuerpo y alma, la Virgen María, Madre de Dios, sigue trabajando junto a su Hijo para el crecimiento del Cristo total: Jesús, la cabeza; y sus miembros, los bautizados y los que creen en Él. Bossuet definió a la Iglesia como la difusión y comunicación de Cristo.
De ahí el papel de la Virgen María en la evangelización. Muchas congregaciones misioneras han elegido el patrocinio de la Virgen María, la Madre de la Palabra de Dios. De aproximadamente 400 congregaciones femeninas de vida apostólica, 130 llevan un nombre mariano. Nadie ha amado la Palabra hecha carne tanto como María. Nadie ha recibido la Palabra de Dios con tanta fe y amor como María.
Adaptado de fray Manuel Rivero O.P., catedral de San Denis (Reunión)