Ese 13 de julio de 1917, la Virgen dijo a los tres jóvenes videntes de Fátima (Portugal):
Han visto el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer la devoción a mi Inmaculado Corazón en el mundo.
Si hacen lo que les voy a decir, muchas almas se salvarán y tendremos paz. La guerra terminará; pero, si no dejan de ofender a Dios, bajo el papado de Pío XI comenzará una situación aún peor. Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que Dios les dará sobre el castigo del mundo por sus crímenes, mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra Él, la Iglesia y el Santo Padre. Para evitar esto, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión en reparación de los primeros sábados de mes.
Si escuchan mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; de lo contrario, ella extenderá sus errores por todo el mundo, causando guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán destruidas.
Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y el mundo tendrá un tiempo de paz (...). Cuando recen el Rosario, digan después de cada decena: “Oh, Jesús mío, perdónanos. Presérvanos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, principalmente a las que más lo necesitan”.
4ª memoria de sor Lucía: Memorias de sor Lucía, Fátima 1991, págs. 168-172