El 13 de julio de 1917, la Virgen se le apareció a Lucía, una de las videntes de Nuestra Señora de Fátima (Portugal) y a sus dos compañeros, en presencia de 4000 a 5000 personas:
—Quiero que vengan aquí el 13 del mes próximo; que sigan rezando el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque solo Ella puede ayudarles.
—Le pediría que nos dijera quién es —dijo Lucía— y que haga un milagro para que todos crean que su Gracia se nos aparece.
—Sigan viniendo aquí todos los meses. En octubre, les diré quién soy, qué quiero y haré un milagro que todos podrán ver para creer. Sacrifíquense por los pecadores y, a menudo, díganle a Jesús, especialmente cuando hagan un sacrificio: "Oh, Jesús, es por amor a ti, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
Y tras estas palabras, la Virgen abrió las manos. El rayo de la luz que emitía parecía penetrar la tierra. Los niños vieron entonces como un océano de fuego, donde los demonios y las almas de los condenados estaban inmersos. Eran como brasas transparentes, negras o casi negras, con formas humanas. Flotaban en un océano de humo. ¡Los gritos y gemidos de dolor y desesperación eran terribles y horrorizaban (...). Asustados y como para pedir ayuda, los niños levantaron la vista hacia Nuestra Señora.
4ª memoria de la Hna. Lucía: Memorias de la Hermana Lucía, Fátima 1991, p. 168-172.