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“Coloca una imagen de la Virgen ¡allá arriba en la montaña!”

Veinte años después del desembarco francés en las playas de Sidi Ferruch, al oeste de Argel, en 1830, un mal muy real golpeó a Orán en el siglo XIX. Se produjo una terrible epidemia de cólera en septiembre de 1849. En poco más de un mes, se cobró casi 2000 víctimas de una población estimada en menos de 30,000 y nada parecía poder detenerla. "El cólera se ha extendido sobre nuestra pobre ciudad como un buitre que la cubre con sus alas negras. Es casi imposible salir de casa o abrir la ventana sin escuchar el estertor de la última hora", escribió Pauline de Noirefontaine, una mujer francesa testigo del drama. Los hospitales están superados, se envían médicos y enfermeras militares desde París, la población local huye y propaga la enfermedad a las localidades vecinas. Nada parece poder contener al bacilo.

El general Pélissier, quien dirige el estado mayor local, reconoce la insuficiencia de los medios con que cuenta y decide recurrir a Dios y a la Santísima Virgen. El hombre no es un neófito católico, como lo demuestra la forma en que pretende que el padre Suchet, vicario general, organice las cosas: "No soy párroco y sin embargo soy yo, Pélissier, quien te dice: ¡Haz procesiones! ¡Coloca una virgen allá arriba en la montaña! Ella se encargará de expulsar el cólera”. La orden apenas se discute.

Cantando himnos, los fieles se reúnen en el barrio de la Marina que bordea el mar y se disponen a escalar las laderas de Aidid, un contrafuerte del monte Murdjajo en el que los españoles, presentes desde hacía mucho tiempo en la región, habían construido el fuerte de Santa Cruz en el siglo XVI. Una estatua de la Virgen los acompaña.

Esta oleada de devoción y oración tiene un efecto inmediato. Una cortina de lluvia cae sobre Orán, lavando el piso, los techos y las paredes. El cuerpo de agua se precipita por las alcantarillas pútridas y expulsa el líquido asqueroso que se había acumulado allí. La ciudad se salva.

A partir de este momento, los franceses de Argelia tienen un afecto especial por Nuestra Señora de la Santa Cruz, en cuyo honor se construyó una capilla dos años después, la cual llegaría a convertirse en un magnífico santuario con vista a la bahía. En 1965, tres años después de la independencia de Argelia, el obispo de Orán, Mons. Bertrand Lacaste, donó la estatua de la Virgen a los "pies negros"1, que se habían establecido en la región de Nimes y que querían dar continuidad a un culto que ya tenía más de un siglo.

Adaptado de: France Catholique

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