Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1915, un sacerdote francés fue a la iglesia para celebrar misa. Era un lugar de peregrinación a la Santísima Virgen, en el este de Francia. En el camino, se dio cuenta de que había olvidado ponerse el escapulario. Aunque ya estaba bastante lejos de su hogar, no dudó en volver a buscar el Escapulario de María, sin el cual no quería celebrar.
Mientras celebraba el Santo Sacrificio, un joven se acercó al altar con una pistola y le disparó al sacerdote a quemarropa. Sin embargo, este último, para asombro general, continuó celebrando como si nada hubiera pasado. Primero se pensó que la bala había perdido providencialmente su objetivo, pero no fue así: el sacerdote la encontró adherida al Escapulario del Monte Carmelo y así un insignificante pedazo de tela había sido la coraza del soldado de Jesucristo.
Varios soldados, en distintos momentos, se beneficiaron del mismo prodigio: la bala enemiga que los hubiera matado había chocado contra su escapulario.
Adaptado de: Fatima 100