María Rivier (1768-1838) era originaria de Montpezat, Ardèche (Francia). Apasionada por dar a conocer a Jesús, mientras la Revolución Francesa difundía el ateísmo, fundó a las Hermanas de la Presentación para dar a los jóvenes una formación religiosa y humana, porque sufría la miseria de la ignorancia religiosa que la rodeaba. Luego abrió las escuelas del pueblo y animó las asambleas dominicales allí donde no había sacerdote. Decía: “La escuela será el medio privilegiado para proclamar a Jesucristo a los niños y jóvenes. Los más descuidados serán una preocupación constante”. Fue beatificada por Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982.
La beata Marie Rivier nació el 19 de diciembre de 1768 en Montpezat, en el seno de una familia profundamente cristiana. Cuando tenía casi dos años, una desafortunada caída la privó del uso de sus piernas; pero ella insistió en pedirle su curación a Nuestra Señora de la Piedad. El 8 de septiembre de 1774 se da el primer milagro, María puede caminar son sus muletas. Algunos años después, el 15 de agosto de 1780, se dio el segundo milagro: María Rivier recuperó el uso de sus piernas. A partir de ese momento, se entregó por completo a Dios en la obra de la educación cristiana de los niños.
En medio del terror, fundó su convento en Thueyts, luego en Bourg Saint Andéol: "O dar a conocer a Jesucristo o morir", decía.
Su trabajo se extenderá rápidamente por Francia y el extranjero. “Mis hijas algún día cruzarán los mares”. En efecto, las hijas de María Ravier irán a vivir el Evangelio a los cinco continentes.
Pío IX, que la llamó la "mujer apóstol", proclamará la naturaleza heroica de sus virtudes en 1853. Juan Pablo II la declarará beata el 23 de mayo de 1982.