La ciudad mariana de Rocamadour (parroquia de la diócesis de Cahors, sur de Francia) fue del siglo XII al siglo XIV uno de los lugares más importantes de peregrinación del Occidente cristiano. Hoy, el número de peregrinos sigue aumentando. El santuario recibe un millón y medio de visitantes al año.
Poco se sabe sobre el origen de la Virgen Negra y la peregrinación de Rocamadour. Sin embargo, parece remontarse al siglo I, si nos atenemos a la tradición. De hecho, en 1427, el papa Martín V asoció a san Amador con la figura evangélica de Zaqueo, el recaudador de impuestos, a quien Jesús dijo: “Desciende rápido porque hoy debo quedarme en tu casa” (Lc 19, 5).
Según la tradición, Zaqueo se habría embarcado en un bote con su esposa Verónica durante las primeras persecuciones y habrían atracado en Soulac, donde murió Verónica. Zaqueo subió solo a la Gironda, en la región del Dordoña y finalmente a Alzou para establecerse en Rocamadour desde donde evangelizó la región.
La tradición también dice que el hombre santo habría traído de Oriente una estatua negra esculpida personalmente por el evangelista Lucas. Se cree que es el origen de la Virgen Negra de Rocamadour. Esa estatuilla fue destruida por saqueadores y luego reemplazada por la que hoy se venera allí.
En cualquier caso, consta que, desde el siglo XII, los peregrinos llegaban a Rocamadour para venerar a la Virgen Negra. Una bula del papa Pascual II ya menciona en 1105 el culto a "la Bienaventurada Virgen Negra de Rocamadour". ¡Se le atribuyen muchos milagros! Durante siglos, millones de peregrinos han llegado todos los años. En 1172, los benedictinos, que se hicieron cargo de la vida del santuario, escribieron el primer Libro de los milagros y autenticaron 126 curaciones atribuidas a la Virgen.
De 1152 a 1188, la peregrinación se internacionalizó y se convirtió en una de las más importantes de la Edad Media, “la Lourdes de la época”, según la historiadora Régine Pernoud. En 1244, san Luis, rey de Francia, llegó a Rocamadour con su madre Blanca de Castilla y sus tres hermanos. Después de la Revolución Francesa, los edificios quedaron en ruinas y completamente devastados.
En 1858 comenzó la restauración del santuario. Es al padre Chevalt, sacerdote de la diócesis de Montauban y arquitecto, a quien debemos el aspecto actual del complejo religioso, restaurado de acuerdo con los principios de Viollet-le-Duc.
Adaptado de: Sanctuaires