En 2020, el primer día del mes de María, en respuesta a la pandemia de coronavirus que el mundo está enfrentando, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, el arzobispo José Gómez, presidió una ceremonia para volver a consagrar el país a la Madre de Dios y pedir su protección.
Esa noche, para unir a nuestra diócesis con este acto de reconsagración, recé el Rosario que se transmitió en vivo para que todos pudieran rezar con nosotros e interceder ante la Virgen María en nombre de nuestra nación sufriente. Fue un momento espiritualmente reconfortante mientras estábamos sentados en la sala de mi residencia frente a una imagen de la Virgen y el Niño, un regalo de la escuela marista donde cursé la secundaria.
El papa san Juan Pablo II escribió: “María siempre nos recuerda el valor salvífico de la obra de Jesús, nuestro único Salvador. La fe en Jesucristo no puede eximirnos de incluir a su Madre en este acto de fe. Hacer entrar a María en nuestras vidas, en nuestros hogares y en nuestra fe me fue inculcado por los maristas durante mi adolescencia. Qué oportunidad tuve realmente, qué gracia se me concedió para descubrir el amor maternal y personal de la Madre de Dios. Con los años, en muchas ocasiones y en diversas situaciones, le he pedido ayuda y asistencia y, a través de María, he experimentado el amor de su Hijo, Jesús, nuestro Señor.
Las restricciones de la pandemia nos hicieron apreciar aún más este aspecto "familiar" del Rosario a nivel espiritual. Por eso quiero alentar a todos a redescubrir la belleza de la oración del Rosario en casa. Es muy triste que los niños vengan a menudo a programas de catecismo y ver que no conocen las oraciones católicas básicas. Yo aprendí mis oraciones en casa. Es una de las principales tareas de la iglesia doméstica, no corresponde solo a los catequistas de la parroquia.
Monseñor Dennis J. Sullivan, obispo de Camden, New Jersey (Estados Unidos).
Adaptado de: Catholic Star Herald