Si María pudo ser tentada, como Jesús lo fue en el desierto, fue sobre todo al pie de la cruz: una tentación de las más insidiosas y dolorosas, porque Jesús mismo fue la causa. Ella creía en las promesas, creía que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.
Ella sabía que, si Jesús lo hubiera pedido, el Padre le habría enviado "más de doce legiones de ángeles" (cf. Mt 26, 53); pero Jesús no hizo nada. Al liberarse Él de la cruz, la liberaría a Ella de su terrible dolor. Y no lo hizo.
Sin embargo, María no dice: “¡Baja de la cruz, sálvate a ti y a mí contigo!" ni tampoco: “Has salvado a muchos otros, ¿por qué ahora no puedes salvarte tú también, Hijo mío?”.
María guarda silencio, "dando a la inmolación de la víctima, nacida de su carne, el consentimiento de su amor", dice un texto del Vaticano II. Ella celebra con Él su Pascua.
Padre Raniero Cantalamessa, Capuchino,
El padre Cantalamessa es teólogo, historiador, comentarista de la televisión italiana y predicador de la Casa Pontificia desde 1980.