En una colina rocosa que domina al pequeño pueblo de Medjugorje, dos chicas afirmaron haber visto a la “Gospa” (palabra croata para la Madre Bendita). Al día siguiente, cuatro de sus amigos se unieron a ellas y afirmaron haberla visto también. Hoy, millones de peregrinos de todo el mundo vienen a ver a la “Gospa”. Si sé todo esto es porque nuestra bendita Madre también me invitó a rezar en ese lugar de Bosnia-Herzegovina, llamado Medjugorje, en un momento de problemas, durante la guerra de los Balcanes que comenzó en 1991. María poco a poco me mostró lo que esperaba de mí. Muchas personas se opusieron a mi visita porque nos estábamos matando entre hermanos y vecinos. Fue una guerra totalmente demoniaca.
El gobierno de mi país, Canadá, me envió una carta oficial diciendo que "no podrían protegerme si al estar ahí me pasaba algo". Pero yo no tenía miedo. Mi esposo y mi director espiritual estaban de acuerdo en que yo había sido llamada a ir. Pasé 18 días en este pueblo tranquilo, lleno de rosas y amor, mientras la guerra estaba en su apogeo. Durante el viaje de regreso, en el autobús que me llevó al aeropuerto, solo repetí esta oración: “Por favor, Gospa, si me permites volver, nunca te pediré otro favor”.
Desde entonces, he podido traer a más de 1.000 personas a esta aldea de oración. He sido testigo de cambios profundos en muchos peregrinos que volvieron al sacramento de la Confesión después de 20, 30 o 40 años; he visto curaciones en la vida de las personas..., todo gracias a esta pequeña oración que salió espontáneamente de mi corazón: “Si me permites volver, nunca más te pediré ningún otro favor”. ¡Este otoño será mi peregrinación numero 50 a Medjugorje! ¡La Gospa respondió a mi oración de una manera mucho más generosa de lo que podría haber imaginado!
Patricia Duggan, julio 2019