Fue en 1954, pocos años después de la proclamación del dogma de la Asunción (1950), que el Papa Pío XII instituyó la festividad litúrgica de María Reina. “La solemnidad de la Asunción se prolonga felizmente con la celebración de la festividad de María como reina, que tiene lugar ocho días después y en la que contemplamos a quien, sentada al lado del Rey de los siglos, brilla como reina e intercede como madre”, dice el Papa, que también publica la encíclica Ad coeli Reginam sobre la realeza de María:
"El argumento principal en el que se basa la dignidad real de María, ya evidente en la antigua tradición y en la sagrada liturgia, es sin duda su Maternidad Divina. En la Sagrada Escritura, de hecho, se afirma del Hijo a quien la Virgen dará a luz: ‘Será llamado el Hijo del Altísimo, y el Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin’ (Lc 1, 32-33). Además, María es proclamada Madre del Señor (Lucas 1, 43). Lógicamente se deduce que Ella es reina, ya que dio a luz a un hijo que en el momento de su concepción era rey y Señor de todas las cosas. [...] Además, debemos proclamar a María reina no solo por su Maternidad Divina, sino también por la parte singular que ha tomado, por voluntad de Dios, en la obra de nuestra salvación eterna”.