"Ahora tenemos que ayudarnos mutuamente para ir al Cielo". Estas fueron las palabras pronunciadas por el archiduque Carlos de Habsburgo a la princesa Zita de Bourbon-Parma, el día antes de su boda. Un compromiso que estaba lejos de ser letra muerta a pesar de lo trágico de su existencia y que los guio a lo largo de su unión, marcada por la guerra y el exilio. La beatificación de Carlos y el proceso en curso de Zita demuestran que mantuvieron su promesa de forma extraordinaria.
El 21 de octubre de 1911, Carlos y Zita se casaron en el castillo de Schwarzau, Austria. Él, orgulloso y sonriente, tenía 24 años. Ella, frágil en su vestido de satén, con 19. Esta fecha del 21 de octubre y no, como dicta la tradición, la fecha de su muerte, fue la que san Juan Pablo II eligió como memorial litúrgico del beato Carlos de Austria en 2004.
El día después de su boda, Carlos y Zita hicieron una peregrinación a Mariazell, cerca de los Alpes austriacos de Estiria. Ahí consagran su vida de pareja a la Virgen María. Un año después, nace su primer hijo, Otto, el mayor de ocho hermanos. Sus primeros años de matrimonio fueron felices y despreocupados, pero todo cambió el 28 de junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono, fue asesinado en Sarajevo. Este fue el evento que desencadenó la Primera Guerra Mundial: Carlos fue ascendido a general del ejército austriaco.
El 21 de noviembre de 1916, el emperador Franz Joseph muere a la edad de 86 años. Carlos y Zita son coronados en Budapest el 30 de diciembre del mismo año.