La santa devoción revelada por la Santísima Virgen María a santa Matilde (1241-1298) consiste esencialmente en rezar, todos los días, tres avemarías para agradecer a las Tres Personas de la Santísima Trinidad por los admirables privilegios de poder, sabiduría y misericordia concedidos a nuestra Madre divina y para obtener, por su intercesión, la inmensa gracia de la buena muerte (la perseverancia final).
Cada uno debe esforzarse por decir fervorosamente estas tres avemarías todos los días de su vida, tanto como sea posible, sin fallar nunca por su culpa o negligencia, para merecer la protección de la Reina del Cielo y asegurar así su misericordiosa ayuda a la hora de la muerte.
Estas tres avemarías se pueden rezar varias veces al día, así lo hacen algunos, incluso cada vez que escuchan el cambio de hora; pero, según la costumbre introducida y recomendada por los santos, especialmente san Leonardo de Port-Maurice y san Alfonso María de Ligorio, es aconsejable rezarlas por la mañana, al levantarse, y por la tarde, antes de acostarse.
Muchos cristianos buenos y pobres pecadores deben su salvación eterna, no lo podemos dudar, a la fidelidad constante de esta saludable práctica.