Hace 189 años, hoy, 27 de noviembre de 1830, la Virgen se apareció, una vez más, a la hermana Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, en la capilla de la Rue du Bac, en París, en el Distrito VII (Francia). Eran las 5:30 pm, los novicios rezaban en la capilla que hoy visitan millones de personas cada año, ante un cuadro de san José, en donde se encuentra actualmente la “Virgen con el Globo”.
Al principio, Catalina ve como dos pinturas animadas que pasan, se desvanecen y en las que la Virgen María se para en el centro del globo mientras sus pies aplastan a la serpiente. En la primera pintura, la Virgen lleva en sus manos un pequeño globo dorado coronado por una cruz que levanta hacia el cielo. Catalina escucha: “Esta esfera representa al mundo entero, a Francia y a cada persona en particular”.
En la segunda pintura, salen de sus manos abiertas, cuyos dedos llevan anillos de piedras preciosas, unos rayos de un brillo espléndido. Catalina oye en el mismo momento una voz que le dice: “Estos rayos son el símbolo de las gracias que esparzo sobre las personas que me las piden”.
Luego se forma un óvalo alrededor de la aparición y Catalina ve aparecer en semicírculo esta invocación en letras de oro: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. Entonces se oye una voz, “Haz que acuñen una medalla con este modelo. Las personas que la lleven con confianza recibirán grandes gracias”.
Al final, el cuadro se giró y Catalina vio el reverso de la medalla: en la parte superior, una cruz remataba la inicial de María; abajo, dos corazones, uno coronado de espinas y el otro traspasado por una espada. Dos palabras parecen fundamentales: "con confianza". La medalla fue distribuida entre los pobres por Catalina Labouré y los prodigios que siguieron a la transmisión de esta oración cuya medalla es un “soporte”, han hecho que se le llame la “medalla milagrosa”. Pero, como lo expresan los dos corazones grabados en la medalla, lo que es milagroso es el amor.
Un amor que no abandona al que lleva la medalla y que, pase lo que pase en el transcurso de la vida, la medalla le recuerda todos los días, no como un fetiche, sino como un signo que habla de la intercesión de la Virgen María por cada uno.
Adaptado de un artículo de Zenit.org, 27 de noviembre de 2014.