21 noviembre - 1964: Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, proclama a María “Madre de la Iglesia”

Madre de la Iglesia, María nos lleva a la esencia profunda de la Iglesia

María “Madre de la Iglesia” es el título mariano que el papa Pablo VI proclamó al final del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. Mediante este acto solemne del Magisterio supremo, el Papa quiso afirmar “la función materna que la Virgen ejerce a favor del pueblo cristiano”. Así, según lo solicitado por el Concilio, deseaba promover la “piedad filial” de todos los miembros de la Iglesia hacia la Madre de Jesús, que nos fue dada como madre cuando Jesús le dijo a Juan en la cruz: “He ahí a tu madre”.

Discípula perfecta de Jesús y encarnación viva de las Bienaventuranzas, María es para nosotros “un modelo completo del discípulo del Señor: artesano de la ciudad terrenal y temporal, peregrino que se apresura hacia la ciudad celestial y eterna; promotor de la justicia que entrega a los oprimidos y caridad que presta ayuda a los necesitados; pero, sobre todo, testigo activo del amor que edifica a Cristo en nuestros corazones” (Pablo VI, Marialis cultus 37).

En 1931, el papa Pío XI instituyó la fiesta de "La Divina Maternidad de María" en conmemoración del decimoquinto centenario de la apertura del Concilio de Éfeso que declaró a María, Madre de Dios. El papa Juan XXIII eligió la misma fecha para abrir el Concilio Vaticano II en 1962, colocando al Concilio bajo la protección de la Santísima Virgen.

En 1974, durante una reorganización del calendario litúrgico de la Iglesia Universal, el papa Pablo VI trasladó la festividad de la maternidad de María del 11 de octubre al 1 de enero, con el título de “María, Madre de Dios”, renovando así una antigua tradición romana.

María nos lleva, más allá de todas las cuestiones de estructura jurídica, a la esencia íntima y más profunda de la Iglesia, porque Ella es nuestra madre en el orden de la gracia, del vínculo con Jesús, de la fe, de la esperanza y del amor.

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