Unos años antes del genocidio en Ruanda, Nuestra Señora les dijo a los jóvenes videntes de Kibeho que, si se reunían en sus aldeas y rezaban el Rosario por la paz, el terrible evento por venir (el genocidio) no ocurriría. Lamentablemente, el pueblo ruandés no escuchó. En 1994, se lanzó un genocidio contra la tribu de los tutsis y más de un millón de ellos fueron masacrados. Todos en el país se vieron de una u otra forma afectados. Fue una de las peores cosas que pudo pasar.
“La primera vez que descubrí el poder de la oración del Rosario —dice Inmaculada Ilibagiza1— estaba terminando la escuela primaria y tratando de obtener una beca para ir a una buena escuela secundaria. Aprobé los exámenes, pero no recibí la beca. Entonces fui a una escuela privada, pero mis padres tuvieron problemas para pagar la matrícula.
Sin embargo, dos años después, tuve otra oportunidad de solicitar una beca para una escuela mejor. Pasé los exámenes y esta vez obtuve la beca que mis padres y yo queríamos. Estaba muy feliz, pero lo que me hizo más feliz fue lo que mi padre nos contó más tarde. Nos dijo que durante dos años había rezado el Rosario todos los días, quince decenas, para pedirle a la Virgen que intercediera por mí y me concediera una beca. También le pidió que pudiera entrar a la escuela que quería. ¡Recibí absolutamente todo lo que mi padre pidió en sus oraciones!
Nunca pensé que se pudiera rezar realmente por una intención personal y obtener tantas cosas a través del Rosario. Desde entonces, he desarrollado un amor especial por la oración del Rosario. Sé que con esta oración nunca perderé la esperanza”.
1 Inmaculada Ilibagiza es una sobreviviente del genocidio ruandés. Casi toda su familia, incluido su padre, fue brutalmente asesinada. Vive en los Estados Unidos y organiza retiros espirituales para enseñar el perdón.
Adaptada de una carta de Inmaculada Ilibagiza, agosto de 2019.