Inmediatamente después de la Anunciación, María, a quien el arcángel le ha comunicado su embarazo, fue a visitar a su prima Isabel, para brindarle ayuda con su presencia a esta pariente embarazada en su vejez. Pero el niño que Isabel lleva en su seno es Juan Bautista, elegido por Dios para ser el precursor de Jesucristo y reconocer en él al Salvador del mundo. Este testimonio, él lo da milagrosamente estremeciéndose en el vientre de su madre, al acercarse María que ya lleva a Jesús.
Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, comprende repentinamente que la emoción del niño significa la presencia del Salvador y que si Él está presente es porque María lo lleva en Ella: todo queda claro de inmediato ante sus ojos. Ella conocía la perfección en todo de su prima María, ¡así que María es la elegida de Dios para ser la madre virgen del Mesías, según la profecía de Isaías! Isabel, confundida por la alegría y la gratitud de que María venga a verla, exclama:
"Bendita tú entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre. ¿Cómo puede ser que la madre de mi Señor venga a mí? (...) Bendita seas por haber creído porque se cumplirá en ti lo que el Señor ha dicho”.
Entonces, María estalla en un himno de acción de gracias que es la cumbre de toda poesía y de toda elocuencia con una plenitud de perfección que no se encuentra en ningún otro lugar: el Magníficat. María se basa en gran medida en los textos del Antiguo Testamento, bajo la acción del Espíritu Santo. Los penetra tan profundamente que los eleva y transfigura su significado.
Jean Daujat (+1998) : Extractos de Doctrine et vie chrétiennes, (Doctrina y vida cristianas) Ed. Téqui, 1979