El Rosario ha sido siempre un elemento importante en las apariciones de María: ha sucedido incluso que Ella rece el Rosario junto con los fieles. ¿Por qué? ¿Para que prefiramos dirigirle nuestra oración a Ella, antes que a Cristo o al Padre? No, no es así. Por el contrario, para que meditemos en los misterios de la vida de Jesús y, por consiguiente, en el misterio del Dios Trinitario, con la mirada misma de María; para que nuestra contemplación tenga su fuente en su memoria.
Nuestros ojos están turbados; para ver bien —perdón por la imagen— necesitamos mirar a través del telescopio de María.
"Él sufrió por nosotros”. Estas palabras cobran todo su significado cuando imaginamos lo que María sintió en su mente y corazón durante la Pasión. No se trata de sentir lástima; Jesús aleja a las hijas de Jerusalén "que se lamentaron por él". Pero su madre, silenciosa y discreta, camina a su lado con extrema debilidad, mientras es alentada por una fuerza suprema. Su corazón es un sudario más verdadero que el lienzo de la Verónica. Jesucristo, Dios, debe ser para nosotros, lo que es para María. A través de Ella, debemos buscar penetrar en el misterio de la Redención.
Hans Urs Von Balthasar: Le chapelet et les apparitions mariales (El Rosario y las apariciones marianas). Artículo de la revista Virgo Fidelis n° 245, julio de 2015 (Traducido del francés).