La gracia de la Navidad se da a todos, pero se recibe en plenitud solo a través de María y su ejemplo. El silencio de la Madre de Jesús es un silencio de contemplación y transformación. Nos ayuda a comprender el misterio del amor divino y a dejarnos transformar por el Dios que se hace hombre en un establo.
En la escuela de la Virgen de la Navidad, el cristiano entiende que la vida más hermosa que se le permite vivir sigue siendo la que le corresponde. Aprende a leer en los eventos de cada día la Palabra de Dios que está allí escrita.
No se trata de confundir la contemplación con la resignación fatalista, sino de relacionar eventos entre sí, como lo hizo la Virgen en Belén, para adivinar la obra maestra que Dios está construyendo con nuestra ayuda, a través de nuestras vidas.
También es eso la gracia de la Navidad. Jesús no nació solo en Belén. Nace en nuestros corazones cada vez que nos damos cuenta de que Dios está trabajando en nosotros. Pero, para hacer que ese descubrimiento sea evidente, debemos guardar silencio para escuchar cómo la Palabra resuena dentro de nosotros. Nadie mejor que María para formar en nosotros y con nosotros el hábito del recogimiento.
Jean-Michel Castaing, Janvier 2019