En verdad, el Salvador del mundo colocó la bondad y la humildad como fundamento de todas las virtudes. Abstinencia, ayuno, austeridad, pobreza interior o exterior, buenas obras, milagros, todo es nada sin la humildad del corazón. Sin embargo, todas estas cosas cobran vida y recibirán bendiciones, si la humildad las sostiene.
La humildad de corazón es la fuerza generadora de las virtudes; el tallo y las ramas proceden únicamente de la raíz. Como su valor es infinito, porque es el fundamento sobre el cual se eleva toda perfección espiritual, el Señor quiso reservarse a sí mismo la tarea de decirnos: “sé humilde”.
Y la Virgen María, porque la humildad es la guardiana universal, como si hubiera olvidado todas las demás virtudes de su alma y cuerpo, admiraba solo una cosa en sí misma y dio solo una sola razón para la encarnación del Hijo de Dios en Ella: "Porque ha mirado la humildad de su sierva".
Santa Ángela de Foligno, mística italiana que recibió numerosas visiones