En Bollezeele (Hauts de France), la historia de Nuestra Señora de la Visitación es muy antigua. Incluso antes del siglo XIII, se hacía una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Visitación. La Virgen se apareció en una fecha indefinida, a orillas del Yser, como una estatua de piedra al pie de la cual brotaba una fuente.
Dos veces trasladaron sin mayor pompa la estatua frente a la iglesia parroquial y las dos veces la estatua volvió al punto de partida. Entonces se decide organizar una procesión solemne y llevar por tercera vez la estatua, que en esta ocasión se quedó en la iglesia. La ruta seguida llevó durante mucho tiempo el nombre de “camino de la procesión”.
En 1429, un niño muerto sin el bautismo había sido enterrado de forma profana. La madre, todavía en cama, recibe en sueños la orden de exhumarlo. Su marido piensa que no deben darle importancia a un sueño. Pero él tiene después el mismo sueño y recibe la misma orden. Finalmente accedió y exhumó a su hijo.
Era invierno. Finalmente, el pequeño cadáver fue exhumado y llevado al altar de Nuestra Señora de Bollezeele. Una vez ahí, ¡se da el prodigio! Se le ve palpitar y regresar repentinamente a la vida, luego de ser bautizado, expira nuevamente y esta vez es depositado en tierra bendita. Hacia 1510, cuando la plaga de la peste asoló Flandes, sus habitantes recurrieron a la Virgen de Bollezeele y la plaga cesó.
La esposa de Jaime II, rey de Inglaterra, María Modena, después de enterarse de que muchas mujeres infértiles habían tenido la suerte de ser madres yendo a la capilla dedicada al misterio de la Visitación, pidió oraciones en la capilla Bollezeele porque deseaba un hijo. El 20 de mayo de 1688, dio a luz al Príncipe de Gales.
En 1776, la abadesa de Ravensberghe (Flandes francés) da a la iglesia una reliquia de la Santa Cruz. En 1859, todo el pequeño pueblo de Bollezeele es testigo de la protección de la Virgen. De hecho, ese año, una terrible granizada arrasó todas las parroquias vecinas, en cambio Bollezeele se salvó.