San Pedro-Julián Eymard (1811-1868), misionero de la Santa Eucaristía, escribe:
“Invocamos a María con el título de ‘Nuestra Señora del Santísimo Sacramento’, porque María es la Madre del Salvador, vive en la Eucaristía y es la soberana dispensadora de este sacramento y de las gracias que él contiene. María, al practicar primero los deberes de la vida eucarística, nos enseña con su ejemplo a asistir a Misa, a comunicarnos y a visitar al Santísimo Sacramento de manera frecuente y piadosa. Adoremos a Nuestro Señor en compañía de la Santísima Virgen. No digo: habita en Ella. No, Jesús está allí ante ti para que le hables directamente; pero hazlo con María... Así, descubrirás la unión perfecta de estos dos corazones, el de Jesús y el de María, confundidos en un solo amor y una sola vida”.
María está en el origen y raíz de la Eucaristía; nuestro amor se satisface; porque, cuando recibimos el cuerpo de Jesús, recibimos la sustancia de María, que es su primer fundamento. El Padre de Machault, tan sabio como piadoso, parte de estos principios para decirnos, con una fe ferviente, que la Eucaristía es la reliquia más auténtica y preciosa de María que posee la tierra.
“Jesús es la flor que florece en el tallo de Jesé: si quieres recoger esta flor bendita, dobla con tus oraciones la rama que la lleva y busca a Jesús-Eucaristía solo en el pecho virginal de María” (san Buenaventura) (ver: María mediadora de las gracias eucarísticas).