Jesús quiso asociar de manera única y singular a su Madre, la Virgen María, con la obra de nuestra Redención, con la obra de la salvación. Cada vez que Jesús renueva —o actualiza, más exactamente, si puedo así decirlo— el don de sí mismo en la cruz, en cada Misa, la Virgen María está allí al pie de la cruz.
Por eso me gusta que, en las iglesias, al lado del altar, esté la imagen de la Virgen María, que nunca está lejos del altar, que está cerca del altar; porque cuando escuchamos a Jesús decir a través del sacerdote: "Este es mi cuerpo entregado por ti, esta es mi sangre derramada por ti y por la multitud en remisión de los pecados", si cerramos los ojos, nos veremos al pie de la cruz. Jesús se une a nosotros, incluso estando hoy glorioso, resucitado y victorioso. Él se une a nosotros a través de su pasión y su cruz. ¡Estamos en el Calvario! Y María está allí y, al mismo tiempo, resuenan estas palabras: "He ahí a tu madre" y a María: "He ahí a tu hijo", y desde ese momento acogió a María en su casa, en su intimidad.
Cuando recibo el Cuerpo de Cristo, recibo al mismo tiempo a María como Madre.
Mons. Marc Aillet, obispo de Bayona, Lescar y Oloron (Francia)
Extracto de una conferencia dada el 8 de junio de 2018 en la Catedral de Bayona