En agosto de 1931, durante una estancia de convalecencia en Rianjo, una pequeña ciudad cerca de Pontevedra, España, el Señor se queja con la hermana Lucía de Fátima de la falta de respuesta a la solicitud de consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María: "¡No quisieron escuchar mi petición! Igual que el rey de Francia, se arrepentirán, pero será tarde. Rusia ya ha difundido sus errores en todo el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia. El Santo Padre tendrá que sufrir mucho.
Pero ¿por qué esta referencia al rey de Francia? Simplemente porque, en 1689, cuando Jesucristo reveló su Sagrado Corazón a Margarita-María, también hizo una importante petición: “Dile al hijo mayor de mi Sagrado Corazón (entonces era el rey Luis XIV) que, así como su nacimiento temporal fue obtenido por la devoción a los méritos de mi Santa Infancia, así también obtendrá su nacimiento a la gloria eterna por su consagración a mi adorable Corazón. Mi corazón quiere reinar en su palacio, ser pintado en sus estandartes y estar grabado en sus armas para hacerlos victoriosos frente a sus enemigos y a los de la Santa Iglesia. Mi padre quiere servirse del rey para realizar su designio, que es la construcción de un edificio público donde se coloque la pintura de mi Corazón para recibir el homenaje de toda Francia”.
Nuestro Señor prometió así a Francia, su “hija mayor”, una poderosa protección mediante tres cosas: que el Sagrado Corazón se grabara en las armas del rey y las banderas de Francia; que se le construyera una iglesia nacional; y que, en esta iglesia, Francia le fuera solemnemente consagrada por medio de su soberano. Luis XIV al final no hará nada y, exactamente 100 años después del mensaje del 17 de junio de 1689 que permanecerá sin respuesta, el Tercer Estado (le Tiers-État) se proclamará en Asamblea Constituyente y acabará, en medio de sangre y terror, con la Monarquía francesa...
El equipo de Marie de Nazareth