En 1638, cerca de Castellane, Var (sur de Francia), Lucrecia Martin, quien tenía un niño de nueve años llamado Jean-Latil, sordomudo y que nunca había caminado, se enteró de las grandes gracias dispensadas por Nuestra Señora de Bargemon, Haut-Var (Francia). Ofreció su hijo a la Santísima Virgen y le prometió acudir descalza, al pie de su altar, para hacer una novena con su hijo y ofrecerle algún regalo, a pesar de su pobreza.
Parece que su hijo, por su parte, tuvo en su corazón la misma inspiración relativa a Nuestra Señora de Bargemon, como lo demostraban las señales que hizo a su padre cuando le habló de su promesa a la Virgen María. Entonces, se pusieron en camino.
Cuando llegaron a la aldea de Bargemon, a la vista de la capilla mariana, el joven Jean-Latil comenzó a hablar y a caminar con toda facilidad, ¡dando gracias por el milagro que lo conmovió! Todos los que lo conocieron pudieron dar su testimonio ante la multitud ese día, porque había una procesión general de Penitentes que vinieron a orar a Nuestra Señora de Bargemon.
Hermano Rafael
En Le trésor inconnu de la Mère de Dieu (El tesoro desconocido de la Madre de Dios) Editions bénédictines, págs. 61-62.