Santa Matilde de Hackeborn (1241-1299), monja benedictina del convento Helfta (Alemania), tuvo tres visiones de la Virgen María. Preocupada por su salvación eterna, le rogó a la Virgen que estuviera presente a la hora de su muerte.
Durante esas apariciones, María la tranquilizó y le enseñó, en particular, cómo rezar tres avemarías en honor a las tres Personas de la Santísima Trinidad. La primera, para evocar el poder de intercesión por los pecadores, que recibió del Padre Eterno en favor de los pecadores; la segunda, por la sabiduría recibida del Hijo; y, la tercera, por el amor que Ella posee, ya que está llena del Espíritu Santo.
Según santa Gertrudis (1256-1301), la Santísima Virgen María prometió esto: a toda alma que rece fielmente las tres avemarías, me presentaré a la hora de la muerte con el esplendor de una belleza extraordinaria, que llenará a esa alma de consuelo celestial.