27 julio - 1947: Canonización de Catalina Labouré por Pío XII

«No temas, soy Ana, Madre de María» (II)

Yves Nicolazic, dicen los historiadores, se durmió tranquilamente. Sin embargo, todavía faltaba un año para que se pudiera decir la primera Misa de Santa Ana en el Bocenno. Dos cristianos laicos lo alentaron, los señores Kermedio y Kerloguen: este último, un terrateniente del campo de Bocenno, prometió donarlo para la capilla y le aconseja dejar constancia de los hechos maravillosos.

En la noche del 7 al 8 de marzo de 1625, aparece nuevamente santa Ana y también recomienda a Yves que lleve a sus vecinos: “Llévalos contigo al lugar donde te llevará esta antorcha, encontrarás la imagen (la estatua) que te protegerá del mundo, el cual finalmente sabrá la verdad sobre lo que te prometí”.

Unos momentos más tarde, los campesinos desenterraron al pie de la antorcha una vieja estatua de madera roída, con rastros de blanco y azul. Tres días después, los peregrinos comenzaron a llegar en multitudes para rezar a santa Ana frente a la estatua. Fue el cumplimiento de la profecía a Nicolazic sobre la multitud en marcha. Multitud que no se ha detenido hasta el día de hoy.

La primera Misa oficial se celebrará, por decisión del obispo, el 26 de julio de 1625, frente a una gran multitud, estimada en 100,000 personas. A partir de este día, Yves Nicolazic se convierte en constructor. Dirige el trabajo, conduce los carros con donativos de piedra o pizarra, la tala de la madera, paga a los contratistas y todo esto con sabiduría y probidad, él que no sabe leer ni escribir, y habla solamente la lengua bretona. Terminada la construcción de la capilla, desaparece, abandona el pueblo de Keranna para darle espacio a santa Ana y a los innumerables peregrinos.

Equipo de Marie de Nazareth

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