A principios de agosto de 1623, en la noche de un día de trabajo, mientras pensaba especialmente en santa Ana "su patrona", una luz muy brillante iluminó la habitación de Yves Nicolazic, un joven campesino bretón que vivía en Santa Ana de Auray, Bretaña (Francia), y vio en medio de la noche una mano sosteniendo una antorcha de cera. En varias ocasiones, Nicolazic se verá conducido por la noche, siguiendo por caminos encajonados, una antorcha que lo precedía. Una noche, yendo con su cuñado, ven a una dama blanca con una vela en la mano en el famoso campo Bocenno. Otra vez, una lluvia de estrellas cayó en el campo. Pero todos estos hechos se dan tranquilamente, lentamente. Y Nicolazic, aunque tiene dudas, no cambia nada en su vida, sino que reza aún más.
El 25 de julio de 1624, víspera de la fiesta de santa Ana, la Señora aparece de nuevo por la noche en el camino, le habla para tranquilizarlo y, antorcha en mano, lo lleva a casa. Nicolazic, sin embargo, no puede quedarse con su familia. Preguntándose sobre estos hechos, va a rezar a su granja. Entonces oye en el camino “el ruido de una gran multitud en marcha”. ¡Pero no hay nadie en el camino!
Luego, en la claridad, aparece la misteriosa Dama que le habla: "Yves Nicolazic, no tengas miedo. Soy Ana, madre de María. Dile a tu rector que en el terreno llamado Bocenno, hubo una vez, incluso antes de que hubiera alguna aldea, una capilla a mi nombre. Fue la primera de todo el país. Hace 924 años y 6 meses que está en ruinas. Quiero que se reconstruya lo antes posible y tú te encargarás de eso porque Dios quiere que ahí yo sea venerada”.
El equipo de Marie de Nazareth