25 julio – Dalmacia: Nuestra Señora del Castillo – Iglesias Ortodoxas: Memorias del 5° concilio ecuménico (Constantinopla 553) y de la Dormición de santa Ana, madre de la Virgen María

La verdadera dicha de María

Solo una vez, el Evangelio nos cuenta la reacción de una mujer ante la predicación de Jesús. Alza la voz de entre la multitud y exclama: "¡Bendita la que te dio a luz y te amamantó!” (Lc 11,27-28).

"(...) María dio a luz y alimentó a Jesús: en esto no es imitable y su alegría espiritual no se puede compartir. Pero lo que es cotidiano e imitable en la actitud de María es lo que Jesús quiere decir para que todos lo hagan: "¡Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan!".

Es incluso un retrato de su Madre y es el que Jesús prefiere, porque ante esta actitud de la Sierva del Señor, recordando en su corazón la Palabra de Dios hasta que se cumpla, cada hijo, cada hija de Dios puede decirse a sí mismo: “Puedo parecerme a Ella, voy a parecerme a Ella"; y ese icono que Jesús tenía ante los ojos y en el corazón, tiene con todos nosotros un parecido.

En el fondo, la mujer de la multitud no se equivocó al pasar del Hijo a la Madre, vinculando a la Madre con el destino de su Hijo; pero entendió mal qué es la verdadera felicidad y dónde está la verdadera fuente de las Bienaventuranzas, y aquí es donde Jesús trae un segundo matiz, esencial.

La verdadera felicidad de María, su felicidad imitable, no es a nivel de los afectos familiares; no es una cuestión de suerte u orgullo. La verdadera fuente de las Bienaventuranzas, tanto para Ella como para nosotros, es la recepción de la palabra de Jesús y no el sentimiento de su cercanía.

María, la persona humana más cercana a Jesús a través de la carne y el corazón, fue particularmente la que vivió más intensamente su palabra. Esto es lo que Elizabeth gritó, gracias a la fuerza del Espíritu, en el día de la Visitación: “¡Bendita sea la que creyó lo que le fue dicho de parte del Señor!”. A lo que la Virgen respondió, refugiándose en su humildad, detrás del poder de Dios: “Todas las edades me llamarán bienaventurada, porque el Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mí".

Hermano Jean: Carme, de la Provincia de Paris des Carmes Déchaux

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