Detengámonos en el primero de todos los milagros reconocidos de Lourdes. Una residente de Loubajac (región de Lourdes, Francia), Catalina Latapie, conocida como Chouat, de 38 años, agricultora y madre de cuatro hijos, cayó de un roble, en octubre de 1856, y mientras bajaba unas bellotas para alimentar a sus animales domésticos, experimentó una fuerte dislocación en el brazo derecho y especialmente en la mano.
Después de muchos cuidados recuperó el brazo, pero los dos últimos dedos de la mano derecha le quedaron doblados y paralizados. Permaneció en este estado durante dieciocho meses, sin poder usar la mano. A principios de 1858, se comenzaba a hablar de Lourdes, de las apariciones, del agua milagrosa. Además, Catalina estaba embarazada de su quinto hijo. ¿Cómo iba a cuidar al recién nacido?
En la noche del 28 de febrero al 1 de marzo de 1858, Catalina Latapie siente que algo la llama a ir a la gruta. Muy temprano, sale en dirección a Lourdes, a unos 6 km de distancia. Lleva a sus dos últimos hijos todavía muy pequeños. Era el 1 de marzo de 1858, el día de la duodécima aparición de la Virgen a Bernadette. Al llegar a Massabielle, Catalina ora, aunque no era muy devota. Va al interior de la gruta y hunde su mano en un recipiente lleno de agua aún mezclada con tierra. Inmediatamente, los dedos encuentran su flexibilidad, su movilidad y Catalina logra juntar las manos para agradecer a la Virgen.
Entonces siente los primeros dolores del parto. Le pide a la Virgen que le dé una segunda gracia, la de tener tiempo para regresar a Loubajac para dar a luz a su hijo. Los dolores se detienen. Catalina regresa a su casa y, al llegar a Loubajac, da a luz a un niño que llama Juan-Bautista, quien años más tarde será ordenado sacerdote.
Su recuperación milagrosa será reconocida cuatro años después por el obispo Laurence de Tarbes. Este fue el primer milagro de Lourdes.