María, la Inmaculada, mientras Jesús estaba en su seno, no perdió de vista la preciosa carga que le había sido confiada. Oraba y hablaba incesantemente con el Niño Jesús; escuchaba su voz, obedecía sus órdenes, aprendía sobre sus planes y sentía sus dolores de antemano; le hizo reparación de honor por la ingratitud de los hombres, lo presentó a su Padre, hasta el día en que lo trajo al mundo.
Tú tienes en tu corazón al Dios que Ella llevó en su seno, lo posees, así como a María como Redentora de los hombres. Haz, entonces, lo que Ella hizo, hasta que el Salvador escondido en ti nazca en la cruz, es decir, hasta que aparezca visiblemente en ti en el momento de tu muerte.
Pauline Jaricot (1799-1862) : Fondatrice en France de l’œuvre de la propagation de la Foi
Ecrits de jeunesse, Ed Lethielleux, p.97 n° 53