La beata Dina Bélanger (1898-1929, Quebec) relata lo siguiente:
"Nuestro Señor, Dios hombre, me mostró su Corazón adorable en la santa hostia. No vi su rostro sagrado, pero su Corazón y la hostia me cautivaron. Los dos, su Corazón y la hostia estaban perfectamente unidos, tanto el uno en el otro que no puedo explicar cómo me fue posible distinguirlos uno del otro. De la hostia emanaban muchos rayos de luz. De su corazón brotaban muchas llamas, las cuales escapaban como torrentes desbordados.
La Santísima Virgen estaba allí tan cerca de Nuestro Señor, que parecía absorta en Él; sin embargo, se diferenciaba de él. ¡Oh! ¡Cuán pura era! Todas las luces de la hostia y todas las llamas del Corazón de Jesús pasaban por el Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen".