Una tarde, en 1856, el abad Riou, párroco de la diócesis de Puy-en-Velay (Francia), regresaba de un viaje y se acercaba a su casa parroquial a caballo, rezando el Rosario.
De pronto, se desató una violenta tormenta y la noche se volvió tan oscura que el sacerdote ni siquiera podía guiar su caballo. En una curva del camino que daba a un inmenso precipicio, se sintió caer al abismo. Rebotando, ¡rodó hasta una profundidad de 25 metros!
Su abrigo, su sombrero, su sotana y toda su ropa quedaron destrozados. Su caballo quedó muerto con la cabeza hecha pedazos al chocar contra una roca.
En cuanto al padre Riou, se levantó sin dificultad. Atribuyó, con razón, a la Santísima Virgen haber escapado milagrosamente de la muerte.
Monseñor Millot, Vicario general de la diócesis de Versailles
Extracto de Allons à Jésus - Cf : Le chapelet des enfants