2 febrero - Purificación de la Santísima Virgen, presentación de Jesús en el Templo

El día de la purificación de María

En el pasado, se dio esta predicción: "En Sion, se dice, ¡Madre! porque allí nació un hombre. Y él, el Altísimo, lo ha fundado”. ¡Oh omnipotencia del recién nacido! ¡Oh magnificencia del que desciende del cielo a la tierra! Todavía llevado en el vientre materno, es recibido por Juan el Bautista desde el vientre de su madre. Se presenta al Templo y Simeón, ese anciano cargado de fama, años, méritos y honores, lo reconoce.

En cuanto lo reconoció, lo adoró y exclamó: "Ahora, oh Maestro, deja que tu siervo se vaya en paz, porque mis ojos han visto tu Salvación” (Lc 2:29-30). Su salida de este mundo se retrasó para que pudiera ver aquí a quien creó el mundo (...).

“El Señor le había revelado que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor” (Lc 2:26). Cristo nace y, en la edad de la vejez del mundo, el deseo del anciano se cumple. Viene al encuentro del hombre en su vejez, quien encontró al mundo envejecido. Él no quería que este hombre se quedara mucho tiempo en este siglo, pero él quería ver a Cristo. Cantaba con el profeta: "Haznos ver, Señor, tu amor, que recibamos tu salvación” (Sal 85:8).

San Agustín: Extracto de un sermón sobre la presentación de Jesús en el Templo

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