“Al experimentar que Dios está haciendo grandes cosas en Ella, la Santísima Virgen, tan humilde, tan pobre, tan poco considerada, aprende del Espíritu Santo una sabiduría preciosa: aprende que Dios es un Señor cuya única preocupación es elevar al humillado, derribar al armado y sanar al quebrantado. Dios sigue siendo el único que observa las profundidades de la angustia y la miseria: Él está cerca de los que viven en los arrabales.
¿No te parece maravilloso el corazón de María? Se sabe a sí misma como Madre de Dios, creada por encima de todos los hombres y sigue siendo tan humilde, tan serena, que todo lo que le sucede no la lleva a considerar que el último de los sirvientes es inferior. El corazón de María deja que Dios realice su obra. Hagamos nosotros lo mismo. Esta será la de cantar un verdadero Magníficat. La alabanza de María relaciona todo con Dios: "¡Dios es glorificado!"
Martín Lutero: iniciador de la Reforma Protestante