Triste y gris estaba el mundo anoche,
las estrellas y la luna huyeron,
la habitación hundida en la sombra, la luz y las canciones mudas,
el fuego por todas partes apagado. (...)
El mundo se había vuelto ciego, las ramas torcidas,
los caminos y las carreteras salvajes.
Luego, el velo de nubes se rasgó,
y desveló un niño recién nacido. (...)
En la profundidad de la noche, a la hora de su nacimiento,
el canto de una voz de repente se escuchó,
y a ella se unieron todas las campanas del Cielo y la Tierra.
Juntas repicaron a medianoche.
María cantó en este mundo
y su canto se elevó
más allá de la niebla y de la nieve de las montañas
hasta los muros del paraíso
y los badajos de innumerables campanas
se hicieron oír desde las torres del cielo
cuando se escuchó la voz de la doncella mortal,
que dio a luz al Rey del Cielo.
Feliz está el mundo y hermosa la noche
coronada de estrellas;
el salón lleno de risas y luz,
las llamas arden y brillan en los hogares.
Las campanas del paraíso están sonando
unidas a las campanas de la cristiandad.
¡Cantemos gloria, gloria!
¡Porque Dios a la tierra ha venido!
J. R. R. Tolkien (1892-1973), autor británico de la novela más vendida de todos los tiempos: El Señor de los anillos. Era un católico fervoroso y su fe siempre está presente en sus escritos.
Fuente: UCatholic, 25 de junio de 2019