Cuando Jesucristo fue elevado sobre la cruz y cuando todos los apóstoles, excepto Juan, habían huido, la Virgen María se quedó con su Hijo hasta el final, al pie de la cruz.
Jesús también quería que tuviéramos una madre que se quedara con nosotros hasta el final. Entonces, al pie de la cruz, cuando le dijo a Juan: “Hijo, he ahí a tu madre”, nos dio a María. Muchos no solo se han negado a aceptarla, sino que también la han traicionado. ¡Ahora es el turno de Jesús de estar junto a su Madre!
Algunos rechazan a María por su título de “Madre de Dios”. Pero, ¿por qué negarle este título cuando Dios mismo ha decidido nacer y venir a este mundo a través de Ella? ¡Reconocerla como “Madre de Dios” no es propaganda mariana! Decir que el Hijo es Dios no significa que la madre también sea Dios. (...) María es la Madre del Dios hecho hombre, encarnado en su seno virginal y convertido por el fiat de su madre, en Dios verdadero y hombre verdadero.
La máxima “a Jesús por María” dice de forma concisa cómo los que aman a María llegan a Dios. Ella es la colaboradora más cercana de Jesús y salvar almas es su principal preocupación. Incluso, si insisten en rechazarla, deben saber que Ella siempre estará allí en sus peores momentos porque, en su papel de madre, siempre los apoyará, pase lo que pase, ¡incluso si sus propias madres pudieran abandonarlos!
Padre Dan Domingo P. de los Ángeles, Jr., septiembre de 2019.