Una mujer que conozco, convertida al catolicismo, se dice perpleja por la familiaridad con María, la madre de Jesús, que observa entre los que han sido educados en la fe católica. Ella nota, por ejemplo, que decimos ¡Dios te salve María! con mucha espontaneidad y que, cuando encontramos una dificultad en el día, buscamos refugio en Ella.
Su asombro me hizo reflexionar sobre mi propia relación con María: aquí les doy el fruto de estas reflexiones sobre lo que siempre ha sido en mi vida una gran fuente de alegría.
Todo comenzó en el regazo de mi madre, que naturalmente me transmitió su profundo amor por María. Nuestra madre nos enseñó el avemaría, la oración más sencilla. La familiaridad con María que nos enseñaron en casa fue reforzada por las Hermanas de la Caridad de la escuela primaria a la que asistimos. En el Colegio, la devoción mariana también ocupó un lugar importante en la vida de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Cuando niños, rezábamos todas las noches el Rosario en familia. Ver a nuestros padres arrodillados para orar nos ayudó a apreciar a Jesús y nos animó a hacer su voluntad en nuestra vida diaria. Después del Rosario en familia, me iba a la cama. En mi mesa de noche había una hermosa estatua de María, que me habían regalado para mi primera comunión, la cual hice a la edad de cinco años junto con mi hermana gemela María.
En los últimos meses de la vida de María, confinada en su habitación de hospital en Melbourne, Australia, rezábamos el Rosario cada vez que la visitaba. Una vez más, rezamos esta amada oración familiar, el día antes de que María volviera al Padre. Yo me senté a su lado. Ella pronto sería acogida por nuestra Madre celestial a quien habíamos amado desde la infancia.
Rezar el Rosario fue una fuente de consuelo y alegría en medio del dolor para despedir a mi querida hermana, que fue a reunirse con nuestros familiares y amigos, en el lugar que el bondadoso Hijo de María, Jesús, había preparado para ella, como Él lo había prometido.
Padre Gerard Dowling OAM, 15 de mayo de 2019.
Director espiritual y decano emérito de la Catholic Care Melbourne (Australia), una institución católica de apoyo a las familias y a las personas en dificultad.