16 agosto – Francia, Lille: Nuestra Señora de la Barrera (1566)

En María, la Sabiduría Divina tiene el trono que la vuelve visible

La Asunción no solo nos dice que María ha subido al cielo, sino que no permanece allí en una beatitud pasiva. Escucha a su Hijo, “en agonía hasta el fin de los tiempos” (según la intuición de Blaise Pascal) y sigue siendo el modelo que no solo Ella nos propone, sino que también desea y pide que nos sea dada la gracia de seguir. Y nuestra esperanza es su destino, que no se limita a encontrar la felicidad con Dios, sino a llevar a nuestro prójimo a encontrarla también.

Sin duda, el culto a la Virgen María no es un accesorio folklórico ni una tradición marginal. No es una forma entre otras, sino el medio que se nos da para comprender plenamente quiénes somos y cuál es nuestra vocación como seres humanos que necesitan un Padre y una Madre en el cielo.

Y si ese culto tiene una parte de sentimentalismo, incluso de ingenuidad pueril, ¡tanto mejor! Regocijémonos: demuestra que no somos ideólogos secos, porque es a los niños y a los sencillos de corazón a quienes se promete el Reino (Mateo 18, 1-5), así como a los que sienten que, en María, la Sabiduría Divina tiene el trono que la hace visible. En María, de hecho, incluso los sabios y otros miopes que se creen inteligentes pueden ver y reconocer la Sabiduría Divina sin volverse necios, todo lo contrario.

Jean Duchesne: director administrativo de la Academia Católica de Francia y uno de los fundadores de la edición francesa de la revista Communio

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