Después de la victoria de La Rochelle sobre los rebeldes protestantes en 1628 y la construcción, en agradecimiento, de la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias en París, en 1629, el rey de Francia, Luis XIII, se entera de que su esposa, que durante 20 años había permanecido estéril, está embarazada. Entonces decide, sin más dilación, pronuciar el extraordinario deseo que había tenido durante mucho tiempo, mediante el cual ofrece solemnemente a Francia a la Virgen María:
"Tantas gracias hacen que nos sintamos obligados a ofrecernos a su grandeza [a Dios] por medio de su Hijo, humillado hasta llegar a nosotros; y a este Hijo por su Madre elevada hasta Él, bajo cuya protección ponemos de manera particular nuestra persona, nuestro Estado, nuestra corona y a todos nuestros súbditos”.
Así, por un acto legal registrado por el Parlamento y con carácter de ley, que el rey consideró “siempre victorioso”, consagra oficialmente Francia a María, el 10 de febrero de 1638. El rey también decide instituir la festividad de la Asunción, el 15 de agosto, como nueva fiesta nacional (...).
Como dice el obispo René Laurentin en su estudio de 1988 para el 350 aniversario de la Consagración de Luis XIII, los contemporáneos están asombrados ante la alegría de la gente y el diluvio de gracias que inunda a Francia después de esta consagración: "Nunca nadie ha mostrado, en ninguna ocasión, más alegría; es una prueba grande y segura del amor de los súbditos a su rey, cuando dan la bienvenida con tal entusiasmo a ser gobernados para la posteridad", escribe Grotius, embajador de la Suecia protestante, en 1638.
Extractos de Marie et la France, un lien extraordinaire à redécouvrir (María y Francia: un vínculo extraordinario para redescubrir), Editions MDN Productions, París, junio de 2019.