La República Dominicana es una "fortaleza" católica en el corazón del Caribe. Después de haber visto el nacimiento de la primera catedral del Nuevo Mundo a principios del siglo XVI, la República Dominicana cuenta con una de las basílicas más originales. Nuestra Señora de Altagracia fue construida de concreto por dos arquitectos franceses, entre 1954 y 1971, para reemplazar el muy antiguo primer santuario.
Audaz en su estilo, un poco futurista, la basílica de Nuestra Señora de Altagracia se encuentra en medio de un bosque de palmeras. A solo 40 km de las playas de Punta Cana, construida con materiales diversos, esta obra de concreto, con relieves en azul y una faja de mosaicos rojos, es por lo menos sorprendente.
Diseñada para alojar a tres mil personas, este recinto resulta de una gracia increíble. En las paredes, los frescos firmados por el artista José Vela Zanetti (refugiado político en República Dominicana) refuerzan el misticismo del lugar. Con sus vitrales elaborados en Chartres, verdaderos lienzos de pared en colores, la basílica es ligera y fresca, especialmente en medio de las temperaturas tropicales.
Todos los días, cientos de personas acuden de toda la isla para rendir homenaje a la santa patrona del país. El 21 de enero, fecha de su festividad, las filas se extienden mucho más allá de las palmeras de la entrada. La pintura de la Virgen con las manos juntas, que actualmente se encuentra en el altar, fue traída de España al Nuevo Mundo a principios del siglo XVI. El santo papa Juan Pablo II oró ante esta imagen el 12 de octubre de 1992, durante su viaje a la República Dominicana.