En tierras polacas, caracterizadas por una identidad fuertemente católica, que se remonta aproximadamente al año 1000, las expresiones de devoción a la Virgen revisten una intensidad y cordialidad difícil de encontrar en otros lugares.
La Madre de Dios es parte integral de la vida pública, social y familiar. Basta recordar, por ejemplo, que la actividad del campesino o del constructor en el pasado solo podía comenzar después de haber pedido, mediante una bendición, la intercesión de la Virgen, sin la cual no se podía comenzar a trabajar.
La primera iglesia construida en Polonia se dedicó a Nuestra Señora de la Asunción, cuya devoción nunca disminuyó en la tradición popular y se difundió especialmente a través de la orden cisterciense. Un grupo de monjes paulinos, enviado por Luigi d'Angiò, entonces rey de Hungría y Polonia, a finales del siglo XIV, inició la construcción del santuario de Jasna Gora, cerca de Czestochowa.
Hacia mediados del siglo XVI, marcada por la influencia de la Reforma protestante, se asiste en Polonia a la consolidación de la Iglesia Católica, especialmente gracias al trabajo de los jesuitas y a través de la fuerte devoción mariana de la población. Desde el momento en que la tierra polaca, rodeada de poblaciones paganas, se dio cuenta de que era una suerte de baluarte del catolicismo, proclamó a María "Reina de Polonia en 1656…”.