Un día, después de haber dicho san Bernardo con gran respeto el avemaría frente a una estatua de la Virgen, la estatua inclinó suavemente la cabeza y respondió: "Bernardo, te saludo".
El beato Alain dijo que, ante esta oración, el cielo se regocija y el diablo tiembla y huye. Tomás de Kempis afirma, a su vez, que el demonio huye cuando la escucha.
San Alfonso María de Ligorio tuvo una gran devoción por el avemaría. La recitaba a cada hora del día. Cuando cambiaba la hora, se le veía detenerse para recitarla, sin importar lo que estuviera haciendo y las personas que lo rodearan. Y cuando algunos se sorprendían, él respondía: "Un avemaría es un tesoro que supera el valor del mundo entero”.
Le Chapelet des enfants : Extrait du livret Histoires sur la Sainte Vierge IX, p. 4-5