Hay días en que los patronos y los santos no bastan. Entonces, debemos armarnos de valor y hablar directamente con quien está por encima de todos. Ser valientes. ¡De una vez!
Dirigirse con audacia a quien es infinitamente bella; porque también es infinitamente buena. A Ella que intercede por nosotros. La única que puede hablar sobre la autoridad de una madre. Hablar con valentía a alguien que es infinitamente pura, porque también es infinitamente dulce…
A quien es infinitamente noble, porque también es infinitamente cortés y acogedora. Acogedora como el sacerdote que en el umbral de la iglesia va al encuentro del recién nacido, el día de su bautismo, para introducirlo en la casa de Dios. (...)
A quien es la Madre y la Reina de los ángeles, porque Ella también es la Madre y la Reina de los hombres.
A quien es infinitamente alegre, porque también es infinitamente dolorosa. Setenta y siete veces setenta dolorosa. A quien es tan conmovedora, porque también ha sido infinitamente conmovida. A quien es toda grandeza y toda fe, porque también es toda caridad. A quien es toda fe y toda caridad, porque también es toda esperanza.
A quien es María, porque está llena de gracia. A quien está llena de gracia, porque está con nosotros. A quien está con nosotros, porque el Señor está con Ella.
Charles Péguy
Extracto de La puerta del misterio de la segunda virtud (Le Porche du Mystère de la deuxième vertu)